Preguntas para la CRISIS

noviembre 20th, 2011

En los últimos tiempos estoy trabajando sobre todo con adolescentes. Sí, con adolescentes, esos grandes desconocid@s/pequeñ@s monstru@s/grandes incógnitas. Es curioso que los comentarios mayoritarios de l@s adult@s a quienes les hablo de mi trabajo sea «qué difícil», «qué duro», «¿cómo lo aguantas?» o un simple «¡buf!». Pues resulta que una conversación con uno de estos especímenes ha inspirado la reflexión de este post…

Mi inspirador es un chico latinoamericano, alumno de un programa educativo que es su última oportunidad de continuar en el sistema educativo (si no, solamente le quedará la educación de adultos, con todas las dificultades que ello conlleva). Es uno de esos chicos guapos, educados, populares con las chicas, siempre bien arreglado y con los cascos puestos. Aparentemente, es otro de esos chavales preocupados por su atuendo, por los ligues y el fin de semana, pero es solamente apariencia…Debajo de esa fachada hay un chico inteligente (extremadamente), sano (ni bebe ni fuma) y «filósofo». Sí, sí, he dicho «filósofo», aunque podría decir «psicólogo», o «antropólogo», porque sus reflexiones abarcan desde la realidad y el pensamiento al lenguaje, pasando sobre el significado de la propia vida. Pues bien, este chico me hizo un regalo en forma de reflexión esta semana: «Si no estuviera aquí (en la situación de estar al borde de dejar la educación)…seguramente no me habría dado cuenta de que he estado haciendo el tonto y el vago». ¡Cuánta sabiduría en tan pocas palabras! Porque, independientemente de sus atribuciones sobre sí mismo, mi inspirador estaba hablando de una cuestión principal para el crecimiento como seres humanos: el valor de la CRISIS como APRENDIZAJE y MOTOR DE CAMBIO.

«Crisis» y «oportunidad» son una misma palabra en chino, y son los momentos de error, de equivocación, de sufrimiento, aquellos que nos proporcionan mayor y mejor información sobre nosotr@s mism@s, sobre todo si nos hacemos algunas preguntas: ¿Cómo he llegado hasta aquí? ¿Cómo me siento aquí y ahora? ¿Cuál ha sido mi responsabilidad en este proceso? ¿Cómo puedo cambiar mi situación? ¿Qué es lo que realmente está bajo mi control?

Existe el enorme riesgo de quedarnos en una interpretación culpable y culpógena de nuestras acciones y consecuencias, pero no habría nada constructivo en ello…¿Por qué no cambiar «qué he hecho MAL» por «CÓMO he llegado a este punto«? ¿Por qué no cambiar «soy inútil, no valgo, siempre me pasa lo mismo» por «ME PUEDO EQUIVOCAR, y ME HE EQUIVOCADO en…«? ¿Por qué no cambiar la desolación, la AUTOCOMPASIÓN y la CULPA por «y AHORA QUÉ PUEDO/QUIERO HACER para cambiar mi situación y CÓMO voy a hacerlo«?

Dedicado a C.

Saber que se puede…

julio 17th, 2011

Esta mañana iba con la radio puesta, como casi siempre, en una emisora de música. Es la emisora que suelo escuchar para conducir, caminar, cocinar, y es una emisora comercial, de las que pone canciones variadas, y que de vez en cuando te pega un sopapo de recuerdos porque pone algo que te gustaba cuando empezaste con tu primer novio, o en aquel viaje en el año 2000…Total, que ha empezado a sonar la canción “Color esperanza”, una canción que he oído, cantado y bailado mil veces, una canción de la que ya me sabía la letra, pero que hoy me ha “llegado” por primera vez…Al margen de de la calidad musical o del estilo de música, esa melodía dulcecilla y bonachona tiene una letra muy honda, a mi modo de ver.

Por ejemplo: “Saber que se puede. Querer que se pueda. Quitarse los miedos, sacarlos afuera.” Tres frases para resumir las bases de un proceso de crecimiento personal (y yo escribiendo post y más post intentando explicarlo). Ni más, ni menos. Para que luego digan que la música comercial actual no tiene mensaje…lo que pasa es que hay que descifrarlo…Bromas a parte, estas palabras en rima podrían ser, perfectamente, un mantra:

“Saber que se puede”: El primer paso para cambiar, para conseguir aquello que deseamos, para salir de una mala situación, ¿cuál es? Pues darse cuenta de que se puede (y prácticamente SIEMPRE es así, porque “mientras hay vida hay esperanza”). ¿Y quién puede? Pues YO, nadie más, porque aunque la vida nos “permita” hacer, si no decidimos nosotr@s ponernos a ello, si no somos conscientes de que PODEMOS, si no NOS LO PERMITIMOS, ya podría la vida ser un vergel de oportunidades, que elegiríamos quedarnos en nuestro agujero de desolación, tristeza y miedo…De hecho, si tenéis presente al Gollum del “Señor de los Anillos”, para mí es la imagen que mejor representa ese estado de atesorar la propia desgracia, acariciarla y protegerla como un tesoro…

“Querer que se pueda”: Clarísimamente, porque no basta solo con la CONCIENCIA de que la evolución, el cambio, el crecimiento, son posibles. Hay que poner VOLUNTAD y DESEO. El deseo es la chispa que enciende el motor, la ilusión que alimenta el movimiento. La voluntad es la gasolina, la fuerza que nos conduce al objetivo, la que evita que distraigamos la atención de aquello que deseamos. Voluntad y deseo van juntos, se retroalimentan y se complementan, se necesitan mutuamente para existir y llegar al objetivo. Si nos creemos que “se puede”, solamente hay que “desear poder”, y lanzarse a ello.

“Quitarse los miedos, sacarlos afuera”: Y esto es lo principal para iniciar la ACCIÓN, ser conscientes de nuestros miedos, y no dejar que nos inhiban. No es necesario que los superemos completamente para iniciar la acción, sino que basta con que los aparquemos lo suficiente como para empezar, y los vayamos desmontando a través de la propia acción, de darnos cuenta de que son fantasmas, o incluso aceptando que puedan ser reales y aprendiendo a manejar las consecuencias. Como dice la misma canción: “Es mejor perderse que nunca embarcar, mejor tentarse a dejar de intentar… Vale más poder brillar que solo buscar ver el sol”.

Aquí os dejo la canción, por si la queréis escuchar, o bailar…

Reflexiones sobre el MIEDO (II)

abril 28th, 2011

¿Qué hará nuestro personaje, una vez intuido o descubierto el mundo de los sentimientos profundos, de la alegría de compartir la intimidad, de tener relaciones significativas (de pareja, amistosas, familiares)?

 Podría quedarse dentro, a resguardo de la luz, pero ya la conoce y no podrá quitársela de la cabeza. Podrá renegar de ella y embarcarse en relaciones sustitutorias que nunca lo harán feliz, porque en el fondo sabe que solamente son sucedáneos…O podría salir a la luz. ¿Y qué es lo que se lo impide? El MIEDO. Ese miedo gestado desde la más tierna infancia, aprendido, mamado, observado, alimentado por leyendas y mitologías sobre «el sufrimiento de amar», entre otras.

Y en este punto nos encontramos la mayoría. No queremos quedarnos, porque lo que hay no nos gusta, nos parece doloroso, frío, inhumano, pero conocido, y nos aterra salir. «¿Y si me hacen daño?», «¿y si doy y no recibo?», «¿y si no valgo para la persona que yo elija?», etc. Y cuando me llegan estas preguntas suelo devolver la siguiente: «¿Qué es lo peor que puede pasar si…(te abandonan, no te quieren, das y no recibes, etc.)?»

 Y, realmente, ¿qué es lo peor? ¿De qué tenemos tanto miedo? ¿Qué herida se nos abrirá? Y casi siempre tiene que ver con el orgullo, con el autoconcepto, con quienes creemos que somos. Y ahí es donde se puede trabajar, donde cada uno y cada una puede ser dueñ@ de su destino y decidir, porque si sabemos quiénes somos, si aceptamos que somos grandes, buen@s, bell@s y dign@s de amor, a pesar de que hayamos fracasado con una persona en concreto, no habrá sufrimiento. Si aprendemos por qué o para qué elegimos esa relación en particular, qué de nuestra «oscuridad» pusimos allí, creceremos y podremos superarlo, sanaremos las heridas antiguas y nos ilusionaremos de nuevo.

 

Y la pregunta «estrella» entonces es: ¿Cómo? Y no hay una única respuesta, aunque para mí uno de los mejores instrumentos (si no el mejor) es iniciar un proceso terapéutico de crecimiento personal. y es «terapéutico» porque cura, porque sana las heridas, porque nos ayuda a seguir adelante sin rencor, sin heridas abiertas. Es un proceso largo, y a veces no muy fácil (es largo y complicado revertir años de vivir en la oscuridad, sobre todo si lo que aprendimos fue en nuestra infancia), pero posible.

«Se puede vivir con cicatrices, pero no con heridas abiertas», decía mi maestro de psicodrama, y tenía razón. Si estamos sangrando, ya sea por heridas nuevas o antiguas, nuestras fuerzas no nos permitirán romper el cristal, pero si nos sanamos, podremos volcar o romper cualquier urna, e ir a por aquello que queremos. Y también entenderemos sin amargura que a veces las cosas se terminan, y perdonaremos y nos perdonaremos los errores, y podremos seguir adelante sin rencor. Desde luego que no estoy prometiendo milagros, pero mi experiencia me dice que con esfuerzo y mirando cara a cara al miedo, poco a poco se puede vencer. De hecho, una vez que descorres las cortinas, la oscuridad se repliega y podemos ver lo que «en realidad» hay y, nos guste o no, aprender que es nuestro y vivir con ello.

 

Este post fue publicado originalmente en naskendi.blogspot.com

Reflexiones sobre el MIEDO (I)

abril 5th, 2011

Estamos enfermos/as de soledad y de miedo…y de miedo a la soledad. «¿Y si…?» es el condicional más utilizado en nuestras vidas cotidianas, y proviene directamente del miedo. Pero el miedo no es malo en sí mismo. Es una emoción básica y, como cada una de ellas, tiene un propósito y una función. En el caso del miedo, sirve para reaccionar ante una potencial amenaza, bien con la evitación (a través de la huida o de la paralización), bien con el ataque. Hasta aquí, todo correcto. Además, aprendemos a lo largo de la vida a qué hay que tenerle miedo y a qué no, de tal forma que esos aprendizajes garantizan nuestra supervivencia física y emocional. Correcto, también.

 

¿Dónde está el problema, entonces? Mi experiencia, tanto en lo profesional como en lo personal, me revela que el quid de la cuestión está en el desarrollo de miedos a situaciones, circunstancias o eventos que no deberían generar miedo. Para mí es especialmente llamativo comprobar, cada vez en más personas, el miedo a la intimidad emocional, a los sentimientos arraigados y profundos, a la confianza, al compromiso. Y me sorprende que, además, sufran profundamente por ello (lo expresen y reconozcan o no). Y este miedo no entiende de géneros ni de edades, aunque hace un tiempo parecía más propio de los hombres alrededor la treintena. Tristemente, hombres y mujeres, adolescentes, niñas y niños se pueden ver invadidos por este miedo que los obliga a vivir solos y aislados, ansiando abrirse y aterrados y aterradas de hacerlo.

 

En realidad, es muy parecido a vivir en una urna de cristal, viendo al otro lado lo que más se desea, pero sin atreverse a cogerlo. Y digo una urna de cristal porque la barrera es frágil, y podría ser rota con mucha facilidad por la persona, y podría abrazar el sentimiento, el objeto de su deseo, sin ningún impedimento realmente grande. ¿Por qué no lo hace, por qué no lo hacemos, entonces? Imaginemos por un momento que, desde que nacimos, las personas a las que más queremos, las que garantizan nuestra supervivencia afectiva y física, nos hubieran dicho que la luz del sol es mala. Imaginemos que, aunque jamás nos lo hubieran dicho con palabras, nunca hubieran salido de casa durante el día, nunca hubieran permitido que la luz se filtrara por las ventanas, que se hubieran mostrado angustiadas, asustadas o rabiosas si hubiéramos intentado asomar la punta de la nariz y sentir un resquicio de luz. ¿Qué habría pasado con nosotros y nosotras? ¿Qué habríamos aprendido? Por una parte, con el paso de los años, nuestros ojos y nuestra piel serían tan sensibles a la luz que en un principio nos cegaría y nos abrasaría la piel. Las sensaciones serían muy intensas, y probablemente dolorosas con el paso de los años. Además, habríamos aprendido y asimilado como algo natural vivir en la noche, no salir al sol, y nos daría miedo pensar siquiera en hacerlo. Sin embargo, habría historias de «aquellos y aquellas que salieron a la luz», u oiremos risas y sonidos de juegos fuera durante las horas del día. Habrá quien entonces se pregunte por la luz, por cómo sería sentirla, por cómo sobreviven quienes están «allí»…y se asomará. Y entonces, superada la ceguera inicial, una vez que sus ojos se vayan acostumbrando y su piel lo soporte, podrá mirar y ver lo que hay allí. Y se asombrará, y lo deseará, porque los seres humanos estamos hechos para buscar y desear la seguridad, el reconocimiento y el afecto en la relación con los otros. Y entonces «lo oscuro» le parecerá insuficiente, gris, privado de colores, un mundo dominado por el miedo, por la rabia, por la incertidumbre. ¿Y qué hará entonces?…

Esta artículo fue publicado originalmente en naskendi.blogspot.com

¿Quién soy? Pregúntate mejor de dónde vienes…

marzo 28th, 2011

El pasado viernes me preguntaron en una entrevista de trabajo (para un puesto fantástico, por otra parte) qué era lo que me movía a hacer lo que hago, por qué me gustaba trabajar con personas en situaciones tan difíciles como el duelo (perinatal o no), las separaciones, las crisis. Me preguntaron si era porque me hacía sentirme bien, porque alguien tenía que hacerlo y ésa era yo, o por qué…En ese momento respondí que me gusta trabajar con los momentos de crisis porque son grandísimas oportunidades de crecimiento y porque, si se sientan unas bases adecuadas, se pueden elaborar esos procesos, esas vivencias, de tal forma que transformen y hagan crecer (mientras que, al contrario, pueden producir resultados dolorosos y de gran influencia en el resto de la vida).

Sin embargo, he estado pensando sobre ello estos días, y creo que no es solamente por esto… Cuanto más pasa el tiempo, más trabajo y más aprendo, más me doy cuenta de cómo nuestros orígenes, nuestra familia en particular, influye, determina, cómo vemos el mundo, cómo nos relacionamos con el entorno y con los demás. Al hilo de esta reflexión me he dado cuenta que de dónde vengo forma parte de mí y, muy particularmente, ha influido en que yo me dedique a esto de la salud, los procesos de cambio y las personas, en general…Porque no es por casualidad que mi abuelo materno, mis padres y muchos de mis tíos y tías se dediquen a la medicina u otras profesiones sanitarias.

Trascendiendo el hecho de la rama en particular, recuerdo desde siempre a mi padre hablar con pasión de su trabajo (a pesar de estar trabajando a destajo y sin tiempo para poder dar el trato que querría). Siempre se le ha iluminado la cara cuando ha contado en casa cómo ha hecho un diagnóstico importante con pocos datos, cómo algún/a paciente se ha recuperado, qué le han contado cuando han ido simplemente de visita o cuando trae a casa tarjetas de agradecimiento y obsequios. También me viene a la mente una frase suya que resume no solamente su situación, sino la de much@s profesionales sanitari@s (y, probablemente, de docentes y otros servicios públicos): “A mí la medicina me encanta, lo que no me gusta es trabajar en las condiciones en que trabajo, con saturación y sin tiempo…”

De mi madre, además de su gran meticulosidad con su trabajo, tengo claramente el recuerdo de describir procesos lentos y difíciles que, al final, han conseguido resolver para bien de la persona, o sus valiosísimas lecciones sobre obstetricia: “el embarazo no es una enfermedad”, “parir no debería necesitar de una anestesia”, “la oxitocina sintética produce contracciones muy dolorosas y sin tiempo a descansar” (fruto de su experiencia), “la posición de parir es para que el/la ginecólog@ vea, no para que la mujer para mejor”.

¿Por qué me dedico a trabajar con personas? Pues porque tengo la suerte de tener una familia que me ha enseñado el valor de dedicarme a una profesión cuyo objetivo va más allá de mi persona y se extiende hacia el bienestar de los demás. Que yo haya elegido dedicarme a la salud emocional (del “alma”, que dirían l@s romántic@s) es una cuestión de afinidad o gusto personal, pero soy afortunada de haber crecido en este entorno en el que el bienestar de otr@s es un modo de vida.

¿Y tú, qué de lo que eres tienes que agradecérselo a tu familia? Con frecuencia caemos (y más en trabajos como el mío) en ver exclusivamente lo malo que aprendemos en el entorno familiar, lo que nos ha faltado, lo que nos ha dañado…Hoy propongo el ejercicio contrario: ¿Qué has ganado, has aprendido, de tu familia? ¿Por qué cosas buenas y valiosas debes dar las gracias? Seguro que hay, al menos, una cosa y, de paso, es un excelente ejercicio para cambiar el foco de atención y tener un pensamiento positivo…

 

PD: Hoy mis padres cumplen 30 años de matrimonio. Mamá, papá, FELICIDADES.

Los valores que se heredan. Mensajes y palabras

marzo 15th, 2011

Ayer me ocurrió algo curioso: salí a la calle y me crucé con un padre y su hijo. El niño debía rondar los seis años y, por lo que deduje, le acababa de contar a su padre que había solucionado algún problema diciéndoselo a la profesora. Lo que me dejó perpleja fue la respuesta de este padre, algo así como «gallo cantor acaba en el asador» pero mucho más madrileño y bastante más malsonante. A lo que añadió a continuación «los problemas hay que resolvérselos solo». Tengo que decir que me quedé pensando en varias cosas:

1) ¿Qué tipo de educación está recibiendo un niño que no puede recurrir a los adultos de confianza cuando tiene problemas?

2) ¿Qué impulsa a un padre a recriminar a su hijo por recurrir al adulto responsable de su grupo en el colegio?

3) ¿Hasta qué punto esto de ser individuales y no necesitar a los demás puede hacer daño a nuestros hijxs? ¿Qué están recibiendo? ¿Deben aprender que están solxs en el mundo y que solamente pueden contar consigo mismxs o merece la pena que sean educados en el amor, en el respeto y, por qué no, en la seguridad de que ante los problemas van a ser apoyadxs y comprendidxs?

Entiendo que este padre pretendía que su hijo comenzase a aprender que esta vida es dura y que solamente con nuestros recursos podemos salir adelante. Bien, es hasta cierto punto cierto. Pero también es cierto que lxs niñxs necesitan sentirse protegidxs y arropadxs, y que solamente quienes han sido criadxs así desarrollan una autoestima alta y una autoimagen positiva, recursos indispensables para enfrentarse a la tarea que es vivir de forma exitosa. No dudo de que este padre perseguía este objetivo, ¿pero con qué medios y a qué precio?

Las palabras no son neutras en cuanto a sus connotaciones, y un mensaje como el que presencié ayer, lejos de alcanzar su objetivo, lo que puede promover en este niño es la sensación de que no vale lo suficiente porque no es capaz de arreglárselas solo, de que es un cobarde, o un inútil, o un «llorica» por necesitar ayuda de los demás. ¿Qué tipo de niñxs y de adolescentes pueden producir estos mensajes? ¿Cuántxs de ellxs están expuestxs a mensajes como este cada día? No es de extrañar que crezcan las tasas de lxs que se refugian en la evasión fácil (salidas, videojuegos, drogas, sexo a cambio de afecto) si no han recibido amor, apoyo, comprensión, aceptación y cariño desde el momento mismo de su nacimiento.

¿Y cuántxs de nosotrxs hemos recibido mensajes como éstos o similares? El primer paso para desarmar sus efectos es hacernos conscientes de que están ahí…

Esta entrada fue originalmente publicada en www.naskendi.blogspot.com

«Recapitulación» y el arte de liberarnos de las emociones que nos dañan

febrero 28th, 2011

La semana pasada tuve la oportunidad de asistir a un taller sobre “recapitulación”. Tengo que confesar que no tenía ni idea de lo que era, ni de a lo que iba, pero como lo impartía una persona a la que me apetecía conocer y ver trabajar, y era en un centro donde yo trabajo, pues aproveché…

No podría transmitir de forma muy técnica en qué consiste, y tampoco soy una experta, pero tengo que decir que la técnica me gustó y me pareció muy potente, porque permite abrir y descubrir experiencias del pasado, revivir las emociones, los sentimientos, y ponerse en paz con ellos. Al margen de que este proceso se haga con esta técnica en particular o por otros medios, me hizo reflexionar sobre cómo a veces abrazamos y retenemos en nuestra vida, hacemos nuestras, experiencias y emociones que nos hacen daño, que nos limitan o que, en cualquier caso, nos marcan y no nos hacen demasiado bien. La mayoría de las veces no lo hacemos de forma consciente, no decidimos “voy a quedarme con este dolor/esta tristeza/esta soledad…”, pero ahí se quedan, pasando factura. En otros casos sí que elegimos guardar rencor, odiar, envidiar, sentirnos culpables…

¿Cómo librarnos de estas emociones, de estos sentimientos que nos lastran, que no nos permiten ser libres y felices, ser adult@s? Yo propongo una “receta”, pero no quiere decir que sea ni la única ni la mejor, solamente la que es fruto de mi experiencia:

1) El primer paso es ILUMINAR, arrojar luz para poder mirar esos sentimientos, RECONOCERLOS COMO TALES (la ira es ira, el miedo es miedo, etc., aunque parezca una obviedad), PONERLES NOMBRE. No podemos liberarnos de algo que no tiene forma ni nombre, que no conocemos.

2) A continuación habría que reconocerlos como NUESTROS, permitirnos SENTIRLOS, comprobar qué producen en nosotr@s. Negarlos, intentar enterrarlos o no mirarlos no hace que desaparezcan (igual que la porquería barrida debajo de la alfombra tampoco lo hace, ¿verdad?). Éste sí es el momento de “abrazarlos”, incluso de preguntarles para qué están aquí. Es el momento de legitimarlos, aunque sean vergonzosos, porque son nuestros, son parte de nuestra humanidad, de nuestra vida. Esto no es algo que se pueda hacer siempre de forma rápida, y casi nunca es indolora. Mirar nuestras partes dolientes, dolidas y dolorosas no es fácil, pero sí nos ayuda a colocarlas en su medida y en su lugar. No hay que estancarse en ellos, no se trata de volver a lo de antes, a no conocerlos y dejarnos dominar, sino a la experiencia CONSCIENTE y la ACEPTACIÓN.

3) El tercer paso sería AGRADECER (sí, agradecer hasta lo malo, lo feo, lo doloroso) y PERDONAR (a l@s demás, pero sobre todo a nosotr@s mism@s), para poder DEJAR IR ese sentimiento, esa emoción. En el fondo son como los globos de helio, capaces de flotar y alejarse volando, pero no pueden hacerlo si están atados a mucho peso.

La mayoría de estas emociones y sentimientos las experimentamos con otras personas, por lo que tendemos a pensar que nos los provocan ell@s. Esto es verdad solo parcialmente, ya que es cierto que la experiencia “original” que originó esa emoción fue con otras personas, con personas muy importantes (muchas veces familiares). Sin embargo, se activan posteriormente en situaciones diversas, y con quienes en general no buscaban provocarlas en nosotr@s. ¿Por qué? Pues porque están ahí y no las conocemos, no sabemos que llevamos ese bagaje a nuestras espaldas, pero nos influyen cada día. Por lo tanto, no es que l@s demás nos “provoquen”, sino que esas emociones que tenemos NOSOTR@S latentes se disparan ante lo que nos ocurre…

¿De quién es la responsabilidad entonces? No podemos liberarnos de lo que no nos pertenece, por lo que necesitamos RESPONSABILIZARNOS de aquello que sentimos. Hasta que no dejemos de poner en l@s otr@s aquello que nos pertenece, no podremos pasar página realmente, dejarlo ir.

Responsabilidad no es lo mismo que culpa, pero dejemos eso para otro día…

Nota: Gracias a Sergio Villoldo por un taller enriquecedor que ha inspirado este post…Tanto Sergio como yo trabajamos en el centro Khardaia de Madrid, ¡anímate a visitarnos!

¿Año nuevo?

febrero 24th, 2011

Ahora que han pasado las fiestas, que casi han terminado las rebajas y que hemos tenido casi dos meses para olvidar o desechar nuestros propósitos de año nuevo, ¿quién de nosotr@s ha cambiado realmente algo de aquello que se proponía modificar? Mi experiencia (profesional y personal) me dice que los proyectos, los buenos propósitos y los deseos de cambio caen con frecuencia en el olvido, o en el “más adelante”, “no tengo tiempo”, “el mes que viene…”.  Tampoco conseguimos, con mucha frecuencia, dejar atrás los viejos dolores, los hábitos antiguos, las formas en que veníamos comportándonos, sintiéndonos, viviendo…

 

Al hilo de estas reflexiones encontré el otro día un post en un blog que suelo leer. Lamentablemente, es en inglés, pero he decidido traducir la entrada original, ya que me parece que contiene una información muy interesante y muy valiosa.

 

¡Espero que lo disfrutes!

 

 

LIBERARSE DEL PASADO Y DESATASCARSE

 

Nota del Editor: Ésta es una contribución de Sam Russell

 “Si estamos mirando en la dirección adecuada, todo lo que tenemos que hacer es continuar caminando” (Proverbio)

Hace un año que me tropecé con “Tiny Buddha”. En aquel tiempo yo me encontraba en un momento difícil emocional, mental y físicamente.

Sentía como si la vida no tuviera sentido y no hubiera nada en el mundo para mí: ni lugar, ni esperanza, ni oportunidades, ni alivio para el dolor y el cansancio crónicos, ni amor. Había tirado la toalla. 

Pasaba los días contemplando las paredes y mi ordenador, tratando de encontrar algo que me hiciera sentir mejor (que me hiciera sentir algo), pero no aparecía. 

Eso era lo que estaba sintiendo en definitiva: nada ni nadie aparecían para salvarme.

Después de ver un post en Twitter, encontré algunos posts sobre la felicidad. Allí aprendí que me estaba permitido divertirme y sentirme alegre. 

Me enseñaron que no tenía que liberarme o aliviarme de una infancia que fue dolorosa y traumática, sino que podía vivir la vida que siempre había soñado, a pesar de haber sido una niña perdida, herida y solitaria. Podía vivir la vida que deseaba ahora, como adulta. 

Cuanto más leía, más dejaba ir mi mentalidad de víctima. Había sufrido mucho maltrato psicológico y emocional cuando era niña, gran parte de él en secreto y no revelado hoy en día ni siquiera a mi familia, pero mientras me sumergía en la sabiduría de otras personas, pude abrir mi ser a ese pasado y reconciliarme con él.

Me ha llevado mucho tiempo hacer esto, y es algo que todavía sigo haciendo. Todos los días dejo ir algo y sigo adelante. 

Poco después vi que podía escribir en el blog. Me llevó días decidirme a mandar ese mail, porque lo percibía como un gran riesgo, pero estaba decidida a salir ahí fuera, a mostrarme, con la esperanza de que alguien reconociera que el bien que yo sentía que había en mí estaba realmente ahí. 

Este pequeño paso fue el principio del cambio.

En el último año he transformado completamente mi actitud. He trabajado duro para ser mejor persona, para abrirme a la alegría, la compasión y el perdón, y para reconstruir mi confianza e ir a por aquello que deseo. 

Las cosas en mi vida siguen siendo inciertas y me dan miedo a veces, pero la diferencia entre ahora y entonces es que hace un año no estaba avanzando. Estaba anclada en un punto y mirando hacia atrás, al desastre que era mi vida. 

Creo que tod@s hemos estado ahí: nos preocupamos tanto de las cosas que HAN PASADO que nos olvidamos de las que ESTÁN PASANDO AHORA. 

Hacemos esto naturalmente de forma cotidiana cuando recontamos nuestro día a nuestra familia y amigos, sobre todo si hemos tenido un mal día en el trabajo o nos pilló un atasco. 

No creo que haya nada de malo en este tipo de desahogo. El problema viene cuando no solamente olvidamos las cosas buenas que nos  han ocurrido durante el día, sino que tampoco somos capaces de reconocer las cosas hermosas que nos están ocurriendo EN ESTE MOMENTO.

Yo casi nunca me daba cuenta de esas cosas. Estaba demasiado ocupada reviviendo momentos en los que me había sentido humillada, amenazada y aterrorizada, y preguntándome por qué me habían tenido que ocurrir a mí.

Dándome cuenta de que estaba viviendo en el pasado, decidí hacer una limpieza mental, espiritual y física. Me confronté con mis recuerdos dolorosos y decidí que no quería pasar más tiempo agonizando en ellos. 

Pero primero necesitaba sentir el miedo, la rabia, el dolor, y empaparme de ellos.

Después necesité recordar la lección del perdón. Cuando acepté que todas las personas somos vulnerables y merecen compasión, pude finalmente perdonar a las personas que me hicieron daño. Y me perdoné a mí misma por haber creído que me lo merecía. 

Esto significó para mí desarrollar algunos principios éticos espirituales: 

Intento extender mi compasión a todos los seres vivos, de los profesores que me acosaron a las arañas que me asustan. 

Intento reconocer cuándo necesito escuchar en lugar de hablar. 

Cuando me levanto, pienso en todas las cosas por las que estoy agradecida y planeo tres cosas simples que hacer durante el día para mejorar mi vida y la de los que me rodean. 

Intento controlar y liberar mi mal genio de forma segura y artística, en lugar de explotar y darme golpes de pecho.

Finalmente, intento por todos los medios no juzgar y, si lo hago, me abro a lo que esa persona debe de estar sintiendo en ese momento.  

Estas cosas me han ayudado a ser más compasiva, calmada y abierta, y me ayudan a mantenerme así en la paciencia y en la consciencia.

Creo que tod@s necesitamos un plan para mantenernos en el presente y aprovechar el día. 

Piénsalo: ¿Con qué frecuencia te olvidas de todo lo demás y te concentras en lo que está pasando AHORA? Yo creo (de hecho, ) que prestar atención al ahora puede hacerte más feliz y ayudarte a revolver los problemas que parecían sin solución. ¿Cómo? Saca del foco de atención aquellas cosas por las que no puedes hacer nada, los momentos que ya han pasado. 

Mi futuro no está para nada claro, pero ya no estoy asustada por nada de esto, sino entusiasmada. Cuando lo pienso, me asombro de haber estado atascada tanto tiempo reviviendo momentos inútiles, en lugar de dejarlo todo ir y aprender cosas nuevas e interesantes. 

Así que mi promesa para este año es dejar de mirar hacia atrás y empezar a mirar hacia delante. Mis metas y sueños no están en mi pasado, sino en mí, aquí y ahora, y lo único que tengo que hacer es recogerlas y caminar con ellas para llegar al futuro que visualizo. 

Esto es lo que tod@s nosotr@s tenemos que hacer: abrirnos a los cambios grandes y positivos empezando por cambiar nosotr@s primero. 

Estoy preparada para los desafíos. Estoy preparada para dejar de remover y recrearme en las cosas malas que me ocurrieron en el pasado, para así poder crear cosas buenas para el futuro. No voy a hacer conjeturas sobre cómo serán. Mi camino está aquí en este momento, y lo que importa es que, finalmente, estoy mirando en la dirección adecuada. 

¿Y tú?

 

Puedes leer el post original en http://tinybuddha.com/blog/releasing-the-past-and-getting-unstuck/