Preguntas para la CRISIS
En los últimos tiempos estoy trabajando sobre todo con adolescentes. Sí, con adolescentes, esos grandes desconocid@s/pequeñ@s monstru@s/grandes incógnitas. Es curioso que los comentarios mayoritarios de l@s adult@s a quienes les hablo de mi trabajo sea «qué difícil», «qué duro», «¿cómo lo aguantas?» o un simple «¡buf!». Pues resulta que una conversación con uno de estos especímenes ha inspirado la reflexión de este post…
Mi inspirador es un chico latinoamericano, alumno de un programa educativo que es su última oportunidad de continuar en el sistema educativo (si no, solamente le quedará la educación de adultos, con todas las dificultades que ello conlleva). Es uno de esos chicos guapos, educados, populares con las chicas, siempre bien arreglado y con los cascos puestos. Aparentemente, es otro de esos chavales preocupados por su atuendo, por los ligues y el fin de semana, pero es solamente apariencia…Debajo de esa fachada hay un chico inteligente (extremadamente), sano (ni bebe ni fuma) y «filósofo». Sí, sí, he dicho «filósofo», aunque podría decir «psicólogo», o «antropólogo», porque sus reflexiones abarcan desde la realidad y el pensamiento al lenguaje, pasando sobre el significado de la propia vida. Pues bien, este chico me hizo un regalo en forma de reflexión esta semana: «Si no estuviera aquí (en la situación de estar al borde de dejar la educación)…seguramente no me habría dado cuenta de que he estado haciendo el tonto y el vago». ¡Cuánta sabiduría en tan pocas palabras! Porque, independientemente de sus atribuciones sobre sí mismo, mi inspirador estaba hablando de una cuestión principal para el crecimiento como seres humanos: el valor de la CRISIS como APRENDIZAJE y MOTOR DE CAMBIO.
«Crisis» y «oportunidad» son una misma palabra en chino, y son los momentos de error, de equivocación, de sufrimiento, aquellos que nos proporcionan mayor y mejor información sobre nosotr@s mism@s, sobre todo si nos hacemos algunas preguntas: ¿Cómo he llegado hasta aquí? ¿Cómo me siento aquí y ahora? ¿Cuál ha sido mi responsabilidad en este proceso? ¿Cómo puedo cambiar mi situación? ¿Qué es lo que realmente está bajo mi control?
Existe el enorme riesgo de quedarnos en una interpretación culpable y culpógena de nuestras acciones y consecuencias, pero no habría nada constructivo en ello…¿Por qué no cambiar «qué he hecho MAL» por «CÓMO he llegado a este punto«? ¿Por qué no cambiar «soy inútil, no valgo, siempre me pasa lo mismo» por «ME PUEDO EQUIVOCAR, y ME HE EQUIVOCADO en…«? ¿Por qué no cambiar la desolación, la AUTOCOMPASIÓN y la CULPA por «y AHORA QUÉ PUEDO/QUIERO HACER para cambiar mi situación y CÓMO voy a hacerlo«?
Dedicado a C.
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Esta mañana iba con la radio puesta, como casi siempre, en una emisora de música. Es la emisora que suelo escuchar para conducir, caminar, cocinar, y es una emisora comercial, de las que pone canciones variadas, y que de vez en cuando te pega un sopapo de recuerdos porque pone algo que te gustaba cuando empezaste con tu primer novio, o en aquel viaje en el año 2000…Total, que ha empezado a sonar la canción “Color esperanza”, una canción que he oído, cantado y bailado mil veces, una canción de la que ya me sabía la letra, pero que hoy me ha “llegado” por primera vez…Al margen de de la calidad musical o del estilo de música, esa melodía dulcecilla y bonachona tiene una letra muy honda, a mi modo de ver.
Por ejemplo: “Saber que se puede. Querer que se pueda. Quitarse los miedos, sacarlos afuera.” Tres frases para resumir las bases de un proceso de crecimiento personal (y yo escribiendo post y más post intentando explicarlo). Ni más, ni menos. Para que luego digan que la música comercial actual no tiene mensaje…lo que pasa es que hay que descifrarlo…Bromas a parte, estas palabras en rima podrían ser, perfectamente, un mantra:
– “Saber que se puede”: El primer paso para cambiar, para conseguir aquello que deseamos, para salir de una mala situación, ¿cuál es? Pues darse cuenta de que se puede (y prácticamente SIEMPRE es así, porque “mientras hay vida hay esperanza”). ¿Y quién puede? Pues YO, nadie más, porque aunque la vida nos “permita” hacer, si no decidimos nosotr@s ponernos a ello, si no somos conscientes de que PODEMOS, si no NOS LO PERMITIMOS, ya podría la vida ser un vergel de oportunidades, que elegiríamos quedarnos en nuestro agujero de desolación, tristeza y miedo…De hecho, si tenéis presente al Gollum del “Señor de los Anillos”, para mí es la imagen que mejor representa ese estado de atesorar la propia desgracia, acariciarla y protegerla como un tesoro…
– “Querer que se pueda”: Clarísimamente, porque no basta solo con la CONCIENCIA de que la evolución, el cambio, el crecimiento, son posibles. Hay que poner VOLUNTAD y DESEO. El deseo es la chispa que enciende el motor, la ilusión que alimenta el movimiento. La voluntad es la gasolina, la fuerza que nos conduce al objetivo, la que evita que distraigamos la atención de aquello que deseamos. Voluntad y deseo van juntos, se retroalimentan y se complementan, se necesitan mutuamente para existir y llegar al objetivo. Si nos creemos que “se puede”, solamente hay que “desear poder”, y lanzarse a ello.
– “Quitarse los miedos, sacarlos afuera”: Y esto es lo principal para iniciar la ACCIÓN, ser conscientes de nuestros miedos, y no dejar que nos inhiban. No es necesario que los superemos completamente para iniciar la acción, sino que basta con que los aparquemos lo suficiente como para empezar, y los vayamos desmontando a través de la propia acción, de darnos cuenta de que son fantasmas, o incluso aceptando que puedan ser reales y aprendiendo a manejar las consecuencias. Como dice la misma canción: “Es mejor perderse que nunca embarcar, mejor tentarse a dejar de intentar… Vale más poder brillar que solo buscar ver el sol”.
Aquí os dejo la canción, por si la queréis escuchar, o bailar…
Filed under Crecimiento Personal, Liberación, Pasado, Vida | Tags: Crecimiento Emocional, Crecimiento Personal, Miedos | Comments (4)¿Quién soy? Pregúntate mejor de dónde vienes…
El pasado viernes me preguntaron en una entrevista de trabajo (para un puesto fantástico, por otra parte) qué era lo que me movía a hacer lo que hago, por qué me gustaba trabajar con personas en situaciones tan difíciles como el duelo (perinatal o no), las separaciones, las crisis. Me preguntaron si era porque me hacía sentirme bien, porque alguien tenía que hacerlo y ésa era yo, o por qué…En ese momento respondí que me gusta trabajar con los momentos de crisis porque son grandísimas oportunidades de crecimiento y porque, si se sientan unas bases adecuadas, se pueden elaborar esos procesos, esas vivencias, de tal forma que transformen y hagan crecer (mientras que, al contrario, pueden producir resultados dolorosos y de gran influencia en el resto de la vida).
Sin embargo, he estado pensando sobre ello estos días, y creo que no es solamente por esto… Cuanto más pasa el tiempo, más trabajo y más aprendo, más me doy cuenta de cómo nuestros orígenes, nuestra familia en particular, influye, determina, cómo vemos el mundo, cómo nos relacionamos con el entorno y con los demás. Al hilo de esta reflexión me he dado cuenta que de dónde vengo forma parte de mí y, muy particularmente, ha influido en que yo me dedique a esto de la salud, los procesos de cambio y las personas, en general…Porque no es por casualidad que mi abuelo materno, mis padres y muchos de mis tíos y tías se dediquen a la medicina u otras profesiones sanitarias.
Trascendiendo el hecho de la rama en particular, recuerdo desde siempre a mi padre hablar con pasión de su trabajo (a pesar de estar trabajando a destajo y sin tiempo para poder dar el trato que querría). Siempre se le ha iluminado la cara cuando ha contado en casa cómo ha hecho un diagnóstico importante con pocos datos, cómo algún/a paciente se ha recuperado, qué le han contado cuando han ido simplemente de visita o cuando trae a casa tarjetas de agradecimiento y obsequios. También me viene a la mente una frase suya que resume no solamente su situación, sino la de much@s profesionales sanitari@s (y, probablemente, de docentes y otros servicios públicos): “A mí la medicina me encanta, lo que no me gusta es trabajar en las condiciones en que trabajo, con saturación y sin tiempo…”
De mi madre, además de su gran meticulosidad con su trabajo, tengo claramente el recuerdo de describir procesos lentos y difíciles que, al final, han conseguido resolver para bien de la persona, o sus valiosísimas lecciones sobre obstetricia: “el embarazo no es una enfermedad”, “parir no debería necesitar de una anestesia”, “la oxitocina sintética produce contracciones muy dolorosas y sin tiempo a descansar” (fruto de su experiencia), “la posición de parir es para que el/la ginecólog@ vea, no para que la mujer para mejor”.
¿Por qué me dedico a trabajar con personas? Pues porque tengo la suerte de tener una familia que me ha enseñado el valor de dedicarme a una profesión cuyo objetivo va más allá de mi persona y se extiende hacia el bienestar de los demás. Que yo haya elegido dedicarme a la salud emocional (del “alma”, que dirían l@s romántic@s) es una cuestión de afinidad o gusto personal, pero soy afortunada de haber crecido en este entorno en el que el bienestar de otr@s es un modo de vida.
¿Y tú, qué de lo que eres tienes que agradecérselo a tu familia? Con frecuencia caemos (y más en trabajos como el mío) en ver exclusivamente lo malo que aprendemos en el entorno familiar, lo que nos ha faltado, lo que nos ha dañado…Hoy propongo el ejercicio contrario: ¿Qué has ganado, has aprendido, de tu familia? ¿Por qué cosas buenas y valiosas debes dar las gracias? Seguro que hay, al menos, una cosa y, de paso, es un excelente ejercicio para cambiar el foco de atención y tener un pensamiento positivo…
PD: Hoy mis padres cumplen 30 años de matrimonio. Mamá, papá, FELICIDADES.
Filed under Crecimiento Personal, Crianza, Educación, Familia, Mater/paternidad, Pasado, Relaciones | Tags: Aprendizaje, Crecimiento Emocional, Familia, Mater/paternidad, Pensamiento Positivo, Salud | Comments (2)«Recapitulación» y el arte de liberarnos de las emociones que nos dañan
La semana pasada tuve la oportunidad de asistir a un taller sobre “recapitulación”. Tengo que confesar que no tenía ni idea de lo que era, ni de a lo que iba, pero como lo impartía una persona a la que me apetecía conocer y ver trabajar, y era en un centro donde yo trabajo, pues aproveché…
No podría transmitir de forma muy técnica en qué consiste, y tampoco soy una experta, pero tengo que decir que la técnica me gustó y me pareció muy potente, porque permite abrir y descubrir experiencias del pasado, revivir las emociones, los sentimientos, y ponerse en paz con ellos. Al margen de que este proceso se haga con esta técnica en particular o por otros medios, me hizo reflexionar sobre cómo a veces abrazamos y retenemos en nuestra vida, hacemos nuestras, experiencias y emociones que nos hacen daño, que nos limitan o que, en cualquier caso, nos marcan y no nos hacen demasiado bien. La mayoría de las veces no lo hacemos de forma consciente, no decidimos “voy a quedarme con este dolor/esta tristeza/esta soledad…”, pero ahí se quedan, pasando factura. En otros casos sí que elegimos guardar rencor, odiar, envidiar, sentirnos culpables…
¿Cómo librarnos de estas emociones, de estos sentimientos que nos lastran, que no nos permiten ser libres y felices, ser adult@s? Yo propongo una “receta”, pero no quiere decir que sea ni la única ni la mejor, solamente la que es fruto de mi experiencia:
1) El primer paso es ILUMINAR, arrojar luz para poder mirar esos sentimientos, RECONOCERLOS COMO TALES (la ira es ira, el miedo es miedo, etc., aunque parezca una obviedad), PONERLES NOMBRE. No podemos liberarnos de algo que no tiene forma ni nombre, que no conocemos.
2) A continuación habría que reconocerlos como NUESTROS, permitirnos SENTIRLOS, comprobar qué producen en nosotr@s. Negarlos, intentar enterrarlos o no mirarlos no hace que desaparezcan (igual que la porquería barrida debajo de la alfombra tampoco lo hace, ¿verdad?). Éste sí es el momento de “abrazarlos”, incluso de preguntarles para qué están aquí. Es el momento de legitimarlos, aunque sean vergonzosos, porque son nuestros, son parte de nuestra humanidad, de nuestra vida. Esto no es algo que se pueda hacer siempre de forma rápida, y casi nunca es indolora. Mirar nuestras partes dolientes, dolidas y dolorosas no es fácil, pero sí nos ayuda a colocarlas en su medida y en su lugar. No hay que estancarse en ellos, no se trata de volver a lo de antes, a no conocerlos y dejarnos dominar, sino a la experiencia CONSCIENTE y la ACEPTACIÓN.
3) El tercer paso sería AGRADECER (sí, agradecer hasta lo malo, lo feo, lo doloroso) y PERDONAR (a l@s demás, pero sobre todo a nosotr@s mism@s), para poder DEJAR IR ese sentimiento, esa emoción. En el fondo son como los globos de helio, capaces de flotar y alejarse volando, pero no pueden hacerlo si están atados a mucho peso.
La mayoría de estas emociones y sentimientos las experimentamos con otras personas, por lo que tendemos a pensar que nos los provocan ell@s. Esto es verdad solo parcialmente, ya que es cierto que la experiencia “original” que originó esa emoción fue con otras personas, con personas muy importantes (muchas veces familiares). Sin embargo, se activan posteriormente en situaciones diversas, y con quienes en general no buscaban provocarlas en nosotr@s. ¿Por qué? Pues porque están ahí y no las conocemos, no sabemos que llevamos ese bagaje a nuestras espaldas, pero nos influyen cada día. Por lo tanto, no es que l@s demás nos “provoquen”, sino que esas emociones que tenemos NOSOTR@S latentes se disparan ante lo que nos ocurre…
¿De quién es la responsabilidad entonces? No podemos liberarnos de lo que no nos pertenece, por lo que necesitamos RESPONSABILIZARNOS de aquello que sentimos. Hasta que no dejemos de poner en l@s otr@s aquello que nos pertenece, no podremos pasar página realmente, dejarlo ir.
Responsabilidad no es lo mismo que culpa, pero dejemos eso para otro día…
Nota: Gracias a Sergio Villoldo por un taller enriquecedor que ha inspirado este post…Tanto Sergio como yo trabajamos en el centro Khardaia de Madrid, ¡anímate a visitarnos!
Filed under Crecimiento Personal, Liberación, Pasado, Perdón, Relaciones, Vida | Tags: Crecimiento Emocional, emociones, Felicidad, Pasado, Perdón, Responsabilidad, Vida | Comment (0)¿Año nuevo?
Ahora que han pasado las fiestas, que casi han terminado las rebajas y que hemos tenido casi dos meses para olvidar o desechar nuestros propósitos de año nuevo, ¿quién de nosotr@s ha cambiado realmente algo de aquello que se proponía modificar? Mi experiencia (profesional y personal) me dice que los proyectos, los buenos propósitos y los deseos de cambio caen con frecuencia en el olvido, o en el “más adelante”, “no tengo tiempo”, “el mes que viene…”. Tampoco conseguimos, con mucha frecuencia, dejar atrás los viejos dolores, los hábitos antiguos, las formas en que veníamos comportándonos, sintiéndonos, viviendo…
Al hilo de estas reflexiones encontré el otro día un post en un blog que suelo leer. Lamentablemente, es en inglés, pero he decidido traducir la entrada original, ya que me parece que contiene una información muy interesante y muy valiosa.
¡Espero que lo disfrutes!
LIBERARSE DEL PASADO Y DESATASCARSE
Nota del Editor: Ésta es una contribución de Sam Russell
“Si estamos mirando en la dirección adecuada, todo lo que tenemos que hacer es continuar caminando” (Proverbio)
Hace un año que me tropecé con “Tiny Buddha”. En aquel tiempo yo me encontraba en un momento difícil emocional, mental y físicamente.
Sentía como si la vida no tuviera sentido y no hubiera nada en el mundo para mí: ni lugar, ni esperanza, ni oportunidades, ni alivio para el dolor y el cansancio crónicos, ni amor. Había tirado la toalla.
Pasaba los días contemplando las paredes y mi ordenador, tratando de encontrar algo que me hiciera sentir mejor (que me hiciera sentir algo), pero no aparecía.
Eso era lo que estaba sintiendo en definitiva: nada ni nadie aparecían para salvarme.
Después de ver un post en Twitter, encontré algunos posts sobre la felicidad. Allí aprendí que me estaba permitido divertirme y sentirme alegre.
Me enseñaron que no tenía que liberarme o aliviarme de una infancia que fue dolorosa y traumática, sino que podía vivir la vida que siempre había soñado, a pesar de haber sido una niña perdida, herida y solitaria. Podía vivir la vida que deseaba ahora, como adulta.
Cuanto más leía, más dejaba ir mi mentalidad de víctima. Había sufrido mucho maltrato psicológico y emocional cuando era niña, gran parte de él en secreto y no revelado hoy en día ni siquiera a mi familia, pero mientras me sumergía en la sabiduría de otras personas, pude abrir mi ser a ese pasado y reconciliarme con él.
Me ha llevado mucho tiempo hacer esto, y es algo que todavía sigo haciendo. Todos los días dejo ir algo y sigo adelante.
Poco después vi que podía escribir en el blog. Me llevó días decidirme a mandar ese mail, porque lo percibía como un gran riesgo, pero estaba decidida a salir ahí fuera, a mostrarme, con la esperanza de que alguien reconociera que el bien que yo sentía que había en mí estaba realmente ahí.
Este pequeño paso fue el principio del cambio.
En el último año he transformado completamente mi actitud. He trabajado duro para ser mejor persona, para abrirme a la alegría, la compasión y el perdón, y para reconstruir mi confianza e ir a por aquello que deseo.
Las cosas en mi vida siguen siendo inciertas y me dan miedo a veces, pero la diferencia entre ahora y entonces es que hace un año no estaba avanzando. Estaba anclada en un punto y mirando hacia atrás, al desastre que era mi vida.
Creo que tod@s hemos estado ahí: nos preocupamos tanto de las cosas que HAN PASADO que nos olvidamos de las que ESTÁN PASANDO AHORA.
Hacemos esto naturalmente de forma cotidiana cuando recontamos nuestro día a nuestra familia y amigos, sobre todo si hemos tenido un mal día en el trabajo o nos pilló un atasco.
No creo que haya nada de malo en este tipo de desahogo. El problema viene cuando no solamente olvidamos las cosas buenas que nos han ocurrido durante el día, sino que tampoco somos capaces de reconocer las cosas hermosas que nos están ocurriendo EN ESTE MOMENTO.
Yo casi nunca me daba cuenta de esas cosas. Estaba demasiado ocupada reviviendo momentos en los que me había sentido humillada, amenazada y aterrorizada, y preguntándome por qué me habían tenido que ocurrir a mí.
Dándome cuenta de que estaba viviendo en el pasado, decidí hacer una limpieza mental, espiritual y física. Me confronté con mis recuerdos dolorosos y decidí que no quería pasar más tiempo agonizando en ellos.
Pero primero necesitaba sentir el miedo, la rabia, el dolor, y empaparme de ellos.
Después necesité recordar la lección del perdón. Cuando acepté que todas las personas somos vulnerables y merecen compasión, pude finalmente perdonar a las personas que me hicieron daño. Y me perdoné a mí misma por haber creído que me lo merecía.
Esto significó para mí desarrollar algunos principios éticos espirituales:
Intento extender mi compasión a todos los seres vivos, de los profesores que me acosaron a las arañas que me asustan.
Intento reconocer cuándo necesito escuchar en lugar de hablar.
Cuando me levanto, pienso en todas las cosas por las que estoy agradecida y planeo tres cosas simples que hacer durante el día para mejorar mi vida y la de los que me rodean.
Intento controlar y liberar mi mal genio de forma segura y artística, en lugar de explotar y darme golpes de pecho.
Finalmente, intento por todos los medios no juzgar y, si lo hago, me abro a lo que esa persona debe de estar sintiendo en ese momento.
Estas cosas me han ayudado a ser más compasiva, calmada y abierta, y me ayudan a mantenerme así en la paciencia y en la consciencia.
Creo que tod@s necesitamos un plan para mantenernos en el presente y aprovechar el día.
Piénsalo: ¿Con qué frecuencia te olvidas de todo lo demás y te concentras en lo que está pasando AHORA? Yo creo (de hecho, sé) que prestar atención al ahora puede hacerte más feliz y ayudarte a revolver los problemas que parecían sin solución. ¿Cómo? Saca del foco de atención aquellas cosas por las que no puedes hacer nada, los momentos que ya han pasado.
Mi futuro no está para nada claro, pero ya no estoy asustada por nada de esto, sino entusiasmada. Cuando lo pienso, me asombro de haber estado atascada tanto tiempo reviviendo momentos inútiles, en lugar de dejarlo todo ir y aprender cosas nuevas e interesantes.
Así que mi promesa para este año es dejar de mirar hacia atrás y empezar a mirar hacia delante. Mis metas y sueños no están en mi pasado, sino en mí, aquí y ahora, y lo único que tengo que hacer es recogerlas y caminar con ellas para llegar al futuro que visualizo.
Esto es lo que tod@s nosotr@s tenemos que hacer: abrirnos a los cambios grandes y positivos empezando por cambiar nosotr@s primero.
Estoy preparada para los desafíos. Estoy preparada para dejar de remover y recrearme en las cosas malas que me ocurrieron en el pasado, para así poder crear cosas buenas para el futuro. No voy a hacer conjeturas sobre cómo serán. Mi camino está aquí en este momento, y lo que importa es que, finalmente, estoy mirando en la dirección adecuada.
¿Y tú?
Puedes leer el post original en http://tinybuddha.com/blog/releasing-the-past-and-getting-unstuck/
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